Una rana juguetona, se convirtió en su eterna consejera; quien con apacible ternura pintaba su voz soprano, para que al compás del viento; todas las mañanas le cantaran al sapo, a las aves, al sol y las montañas...
Mientras tanto las palabras del retorno de los nuevos días, les recordaban la preciosa piedra que representaba la cosecha de sus mares y embarcaciones llenas de sonrisas. Había dejado de menguar, y en cuanto divisaron el este, aquella tomó vida y con voz casi silenciosa dijo:Te voy a dar una de mis burbujas magas, que me regaló el mar con un susurro parecido a un grito; una noche que salí a volar con la luna...
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